No obstante, los motores de la degradación ambiental continúan avanzando en la región, con problemas como la contaminación, la vulnerabilidad climática y la pérdida de biodiversidad. A pesar de mejoras en la eficiencia energética y la estabilización de las emisiones de gases de efecto invernadero, la región aún depende en gran medida de los combustibles fósiles, con subsidios que persisten y una falta de financiamiento ambiental adecuado. Además, la expansión agrícola, la minería y el crecimiento urbano amenazan ecosistemas críticos, aumentando los riesgos de sequías, incendios forestales y la pérdida de servicios ecosistémicos esenciales, como el suministro de agua y alimentos.
En este contexto, el financiamiento emerge como una prioridad inminente. La región enfrenta brechas financieras considerables, con una necesidad urgente de acción. Además, el espacio fiscal es estrecho y el crecimiento económico en la región es lento. Es esencial destacar que la degradación ambiental y el cambio climático no solo amenazan los recursos naturales, sino que también tienen un impacto económico significativo, con previsiones de 17 millones de migrantes para 2050 debido a la influencia de estos factores en la región. El cambio climático podría costarle a América Central entre 51 mil millones y 314 mil millones de dólares al año para el 2100.