Por Inger Andersen, directora ejecutiva del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente
Aunque sea en el marco de una pandemia, el año 2021 puede ser recordado como el año en que hicimos las paces con la naturaleza y empezamos a curar el planeta.
Mientras que la COVID-19 cambia drásticamente nuestras vidas, una crisis más persistente exige medidas urgentes a escala mundial. La triple crisis ambiental del cambio climático, la pérdida y el colapso de la biodiversidad y la contaminación del aire, el suelo y el agua— representan una emergencia planetaria que causará mucho más daño a largo plazo que la COVID-19.
Durante años, los científicos han explicado en detalle cómo la humanidad está degradando la Tierra y sus sistemas naturales. No obstante, las medidas que hemos adoptado —desde los gobiernos y las instituciones financieras hasta las empresas y los individuos— están muy por debajo de lo que se necesita para proteger a las generaciones actuales y futuras de una “Tierra invernadero”, asolada por la extinción masiva de especies y la contaminación del aire y el agua.
En 2020, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) anunció que, a pesar de la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero causada por la pandemia, el mundo sigue abocado a un calentamiento global de más de 3 °C este siglo.
Este mes, el informe The Dasgupta Review nos recuerda lo que el PNUMA lleva tiempo advirtiendo: las reservas per cápita de capital natural —los recursos y los servicios que la naturaleza proporciona a la humanidad— han disminuido un 40% en poco más de dos decenios. Asimismo, conocemos una cifra abrumadora: 9 de cada 10 personas en todo el mundo respiran aire contaminado.
Resulta complejo encontrar respuestas a problemas tan sobrecogedores, y lograrlo requiere tiempo. Sin embargo, los expertos han encontrado soluciones. La justificación económica es clara y ya existen los mecanismos y las instituciones para aplicarlas. Ya no hay excusas.
Este año, las Naciones Unidas reunirán a los gobiernos y a otros actores para mantener debates decisivos sobre la acción por el clima, la biodiversidad y la degradación de las tierras. La COVID-19 ha retrasado estas cumbres y ha dificultado su preparación, pero esto tampoco es una excusa para la inacción. Estas cumbres deben mostrar que el mundo por fin se toma en serio la lucha contra esta emergencia planetaria.
Con el objetivo de orientar a los responsables de la toma de decisiones hacia las medidas necesarias, las Naciones Unidas han publicado el informe Hacer las paces con la naturaleza. Este informe recopila todas las pruebas del declive ambiental que arrojan las principales evaluaciones científicas mundiales, y ofrece las propuestas más avanzadas para invertirlo. El resultado es un plan para lograr un futuro sostenible que pueda garantizar el bienestar humano en un planeta saludable.
Nuestros desafíos ambientales, sociales y económicos están interrelacionados, por lo que deben abordarse conjuntamente. Por ejemplo, no podemos cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible — que incluyen poner fin a la pobreza— de aquí a 2030 si el cambio climático y el colapso de los ecosistemas socavan el suministro de alimentos y agua en los países más pobres del mundo. No nos queda más remedio que valorar la naturaleza y poner su salud en el centro de todas nuestras decisiones si queremos transformar nuestras economías y sociedades.
Si lo hiciésemos, los bancos y los inversores dejarían de financiar los combustibles fósiles. Los gobiernos destinarían billones de dólares a subsidios a la agricultura respetuosa con la naturaleza y a la energía y el agua limpias. Las personas de todo el mundo priorizarían la salud y el bienestar por encima del consumo y reducirían su huella ambiental.
Se han registrado progresos, pero los problemas surgen más rápido que nuestras respuestas. En 2021, más que un paso, todos debemos dar un salto.
El número de países que se comprometen a trabajar para lograr emisiones netas de valor cero asciende a 126. Instamos a todos los países a aportar contribuciones determinadas a nivel nacional ampliadas antes de la Conferencia de las Partes (COP) sobre el clima y a poner inmediatamente en marcha la transición hacia las emisiones netas cero. En la COP sobre el clima, los gobiernos también deben acordar finalmente las normas para un mercado mundial de carbono. Los US$ 100.000 millones que los países desarrollados prometieron proporcionar cada año para ayudar a las naciones en desarrollo a hacer frente a los efectos del cambio climático deber llegar por fin a sus destinatarios.
Mientras tratamos de establecer un ambicioso marco para la biodiversidad después de 2020 que ponga fin a la fragmentación de nuestros ecosistemas, lo que se nos pide a nosotros es alimentar al mundo sin destruir la biodiversidad, talar los bosques y vaciar los océanos.
Podemos lograr una economía asombrosa adoptando sistemas económicos circulares que reutilicen los recursos, reduzcan las emisiones y eliminen los productos químicos y las toxinas que causan millones de muertes prematuras, todo ello creando al mismo tiempo puestos de trabajo.
Abordar esta emergencia planetaria requiere un esfuerzo de toda la sociedad. No obstante, los gobiernos deben tomar la iniciativa, empezando por una recuperación inteligente y sostenible de la pandemia de COVID-19 con la que se invierta de forma adecuada. Deben crear oportunidades para futuras industrias que generen prosperidad. Deben garantizar que las transiciones sean justas y equitativas, y que se creen puestos de trabajo para quienes se vean desfavorecidos. Deben dar voz a sus ciudadanos en estas decisiones trascendentales, aunque sea de forma virtual.
Podemos conseguirlo. La pandemia ha demostrado la increíble capacidad de la humanidad para innovar y responder a las amenazas, gracias a la ciencia. Las tres crisis planetarias que constituyen el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación representan una amenaza aún mayor que la de la COVID-19. Este año, debemos hacer las paces con la naturaleza y, en cada uno de los años sucesivos, debemos asegurarnos de que esta paz perdure.