En sus esfuerzos por evitar una segunda ola de COVID-19, científicos de todo el mundo han recurrido a un nuevo aliado: las aguas residuales.
En el Reino Unido, Holanda y España, los investigadores están estudiando detenidamente muestras de aguas residuales en busca de rastros del nuevo coronavirus, que se cree que se encuentra en las heces humanas.
Dado que muchas personas con el virus son asintomáticas y no serán examinadas para detectar la enfermedad, los científicos dicen que las aguas residuales podrían actuar como un sistema de alerta temprana de COVID-19.
"El monitoreo de los recursos hídricos, incluidas las aguas residuales, siempre ha sido muy importante", dice Birguy Lamizana, experto en aguas residuales del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). "Esto se ha vuelto aún más importante en el contexto de la pandemia de la COVID-19".
Los países han monitoreado durante mucho tiempo las aguas residuales, que están cargadas de rastros de los alimentos que comen las personas, los medicamentos que toman y los desinfectantes que usan. El monitoreo de aguas residuales se ha utilizado durante décadas para evaluar el éxito de las campañas de vacunación contra el poliovirus, por ejemplo.
Pero en muchos países en desarrollo, la falta de financiación, regulaciones y conocimiento técnico hace que el proceso de monitoreo sea un desafío, incluso en tiempos normales. Mientras los Estados luchan por conseguir fondos para enfrentar la COVID-19, algunos expertos advierten que el monitoreo de aguas residuales ha quedado de lado.
Algunos expertos también sostienen que sin monitoreo, los residuos médicos contaminados con coronavirus terminen en sistemas de alcantarillado y servicios municipales de agua. Además preocupa que desechos contaminados con el virus en mataderos y mercados de animales, incluyendo pelaje, sangre y estiércol, puedan provocar brotes de la enfermedad.
“Durante la crisis sanitaria de la COVID-19, es importante que la gestión de residuos, incluidos los desechos médicos, de los hogares y los residuos peligrosos, sea tratada como un servicio público esencial y urgente para minimizar posibles impactos secundarios en la salud humana y el medio ambiente”, dice Lamizana.
Batalla cuesta arriba en el sur
Los desafíos con el monitoreo de las aguas residuales son parte de una crisis más grande de gestión de residuos en el mundo en desarrollo. En el ámbito global, la cantidad de ciudadanos que carecen de saneamiento administrado de manera segura aumentó de 1.900 millones en 2000 a 2.300 millones en 2015, con un costo de US$ 223 mil millones al año en atención médica y pérdida de productividad, según un estudio del Instituto de Recursos Mundiales (WRI).
Los datos recientes de saneamiento de 15 ciudades en el sur también muestran que casi dos tercios de las aguas residuales y los desechos humanos se manejan de manera insegura, con el acceso al saneamiento seguro más bajo en el sur de Asia y África subsahariana.
Con los casos de COVID-19 en aumento en muchas partes del mundo en desarrollo, Lamizana dice que es importante que los Estados adopten un enfoque integrado para la gestión de residuos que se centre en el reciclaje y la reducción de residuos. Los gobiernos también deben apostar por lo que se conoce como segregación de aguas residuales, es decir, separar aguas negras, aguas grises y aguas cargadas de productos químicos tóxicos en las corriente de municipales.
"Es esencial un enfoque integrado de gestión de residuos centrado en el manejo sostenible de aguas residuales y residuos sólidos", dice Lamizana.
Para más información, por favor contacte a Birguy Lamizana: Birguy.Lamizana@un.org