Hace pocos años un equipo de científicos e investigadores especularon en una serie documental lo que podría pasar con la Tierra si los humanos desaparecieran repentinamente. Predijeron los eventos durante los primeros cien años de ausencia de la humanidad y exploraron las formas en que las estructuras hechas por el hombre colapsarían, mientras que la naturaleza se repondría.
La serie demostró el enorme impacto de la humanidad en el medio ambiente y cómo, sin nosotros, las poblaciones de animales y plantas en la tierra y el agua, prosperarían.
El daño a la biodiversidad se evidenció hace una semana cuando un estudio de la Plataforma Intergubernamental de Ciencia y Política sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (IPBES), respaldado por las Naciones Unidas, reveló que un millón de especies de animales y plantas están actualmente en peligro de extinción a causa de la actividad humana.
El informe, elaborado por 145 autores de 50 países, es el análisis más completo sobre la huella humana en la naturaleza, y expone la relación entre el desarrollo económico y la transformación del planeta en los últimos 50 años.
El estudio encontró que casi 75% del agua dulce en el mundo se destina a la agricultura y la ganadería; que cada año se extraen a nivel mundial aproximadamente 60 mil millones de toneladas de recursos renovables (agua dulce y biomasa) y no renovables (petróleo, gas y minerales); que las áreas urbanas se han duplicado desde 1992 a expensas de los bosques y humedales; y que la contaminación ha producido más de 400 zonas muertas en los océanos, un área equivalente mayor al territorio del Reino Unido.
“La naturaleza hace posible el desarrollo humano, pero nuestra implacable demanda de recursos de la Tierra está acelerando las tasas de extinción y devastando los ecosistemas. Este informe destaca la necesidad crucial de integrar las consideraciones sobre la biodiversidad en la toma de decisiones de todos los sectores, ya sea agua, agricultura, infraestructura o negocios”, dijo Joyce Msuya, Directora Ejecutiva Interina de ONU Medio Ambiente.
En línea con el crecimiento de la población — que alcanzará los 9.8 mil millones para 2050 — la agricultura intensiva, la pesca excesiva, la producción de energía y la extracción de materias primas han “alterado significativamente” tres cuartas partes de la superficie terrestre del planeta y más de la mitad de los océanos, señaló el informe.
Sin embargo, los autores demuestran que no todos los modos de vida conducen a una degradación ambiental tan generalizada. Una cuarta parte de la superficie terrestre mundial ocupada por los pueblos indígenas se está degradando a un ritmo mucho menor, aunque se encuentra bajo una presión creciente. De hecho, los expertos afirman que las regiones y países se beneficiarían del conocimiento de los pueblos indígenas y de su comprensión sobre los grandes ecosistemas.
“La gobernanza, incluidas las instituciones tradicionales y sistemas de gestión (….) que involucran a pueblos indígenas y comunidades locales pueden ser una forma efectiva de salvaguardar la naturaleza y sus contribuciones a las personas”, dice el informe.
Contradictoriamente, se espera que las áreas del mundo que experimenten los efectos más adversos de los cambios en el clima y la biodiversidad son los lugares habitados por comunidades indígenas, ya que las ciudades se seguirán expandiendo y requerirán más carreteras, represas y extracción de petróleo y minerales.
“Un mensaje crucial del informe es que a la naturaleza le va mejor cuando las personas que están conectadas a ella—quienes viven en ella— son reconocidos y apoyados como sus principales protectores. Cuando las personas se benefician de la biodiversidad, la protegen”, dijo Doreen Robinson, experta en vida silvestre de ONU Medio Ambiente.
El informe prevé que, con el ritmo actual del desarrollo, los impactos negativos en la naturaleza continuarán hasta 2050 y más allá, mientras se espera que el mundo fracase en el cumplimiento de las Metas de Aichi para la Diversidad Biológica en 2020. Es por esto que los autores del informe resaltan la necesidad de una “reorganización de todo el sistema” en los ámbitos tecnológico, económico y social con el fin de que la naturaleza pueda ser restaurada y conservarda.
O como dijo Audrey Azoulay, Directora General de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO): “Debemos vivir en la Tierra de manera diferente”.