Hay grandes esperanzas de que la inteligencia artificial (IA) pueda ayudar a abordar algunas de las mayores emergencias ambientales del mundo. Entre otras cosas, la tecnología ya se está utilizando para mapear el dragado destructivo de arena y monitorear las emisiones de metano, un potente gas de efecto invernadero.
Sin embargo, cuando se trata del medio ambiente, hay un lado negativo en la explosión de tecnologías de IA y su infraestructura asociada, así lo demuestran los resultados de diversas investigaciones. La proliferación de centros de datos que albergan servidores de IA produce desechos de equipos eléctricos y electrónicos. Además, consumen grandes cantidades de agua, que cada vez escasea en muchos lugares. Dependen de minerales críticos y elementos raros, que a menudo se extraen de forma insostenible. Y utilizan cantidades masivas de electricidad, lo que emite más gases de efecto invernadero que calientan el planeta.
«Todavía hay mucho que no sabemos sobre el impacto ambiental de la IA, pero algunos de los datos que tenemos son preocupantes», afirmó Golestan (Sally) Radwan, directora de transformación digital del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). «Necesitamos asegurarnos de que el efecto neto de la IA en el planeta sea positivo antes de implementar la tecnología a gran escala».
Esta semana, el PNUMA publicó una nota técnica que explora la huella ambiental de la IA y considera cómo se puede implementar la tecnología de manera sostenible. Es la continuación de un importante informe del PNUMA, Navigating New Horizons, que también examinó las promesas y los peligros de la IA. A continuación resumimos los hallazgos de estas publicaciones.
En primer lugar, ¿qué es la IA?
La IA es un término general para un grupo de tecnologías que pueden procesar información y, de manera muy leve, imitar el pensamiento humano. Las formas rudimentarias de IA han existido desde la década de 1950. Pero la tecnología ha evolucionado a un ritmo vertiginoso en los últimos años, en parte debido a los avances en la potencia informática y la explosión de datos, que son cruciales para entrenar modelos de IA.
¿Por qué la gente está entusiasmada con el potencial de la IA en lo que respecta al medio ambiente?
La gran ventaja de la IA es que puede detectar patrones en los datos, como anomalías y similitudes, y utilizar el conocimiento histórico para predecir con precisión los resultados futuros. Eso podría hacer que la IA sea invaluable para monitorear el medio ambiente y ayudar a los gobiernos, las empresas y las personas a tomar decisiones más amigables con el planeta. También puede mejorar la eficiencia. El PNUMA, por ejemplo, utiliza la IA para detectar cuándo las instalaciones de petróleo y gas ventilan metano, un gas de efecto invernadero que impulsa el cambio climático.
Avances como esos están fomentando la esperanza de que la IA pueda ayudar al mundo a abordar al menos algunos aspectos de la triple crisis planetaria del cambio climático, la pérdida de naturaleza y biodiversidad, y la contaminación y los desechos.
Entonces, ¿por qué la IA es problemática para el medio ambiente?
La mayoría de las implementaciones de IA a gran escala se alojan en centros de datos, incluidos los operados por proveedores de servicios en la nube. Estos centros de datos pueden tener un alto costo para el planeta. Los productos electrónicos que albergan dependen de una cantidad asombrosa de molienda: fabricar una computadora de 2 kg requiere 800 kg de materias primas. Además, los microchips que alimentan la IA necesitan elementos de tierras raras, que a menudo se extraen de formas destructivas para el medio ambiente, tal como se indica en el informe Navigating New Horizons.
El segundo problema es que los centros de datos producen residuos eléctricos y electrónicos, que a menudo contienen sustancias peligrosas, como mercurio y plomo.
En tercer lugar, los centros de datos utilizan agua durante la construcción y, una vez en funcionamiento, para enfriar los componentes eléctricos. A nivel mundial, la infraestructura relacionada con la IA pronto podría consumir seis veces más agua que Dinamarca, un país de 6 millones de habitantes, según una estimación. Esto representa un problema porque una cuarta parte de la humanidad carece de acceso a agua potable y saneamiento en la actualidad.
Por último, para alimentar su compleja electrónica, los centros de datos que albergan la tecnología de IA necesitan mucha energía, que en la mayoría de los lugares sigue proviniendo de la quema de combustibles fósiles, lo que produce gases de efecto invernadero que calientan el planeta. Una pregunta realizada en una conversación con ChatGPT, un asistente virtual basado en IA, consume 10 veces la electricidad de una búsqueda de Google, informó la Agencia Internacional de la Energía (AIE). Si bien los datos globales son escasos, la agencia estima que, en el caso del centro tecnológico de Irlanda, el auge de la IA podría hacer que los centros de datos representen casi el 35% del uso de energía del país para 2026.
Impulsado en parte por la explosión de la IA, el número de centros de datos ha aumentado a 8 millones desde 500.000 en 2012, y los expertos esperan que las demandas de la tecnología en el planeta sigan creciendo.
Algunos han dicho que cuando se trata del medio ambiente, la IA es un comodín. ¿Por qué?
Tenemos una idea fundamentada de cuáles podrían ser los impactos ambientales de los centros de datos. No obstante, es imposible predecir cómo afectarán al planeta las aplicaciones basadas en la IA. A algunos expertos les preocupa que puedan tener consecuencias no deseadas. Por ejemplo, el desarrollo de coches autónomos impulsados por IA podría hacer que más personas conduzcan en lugar de ir en bicicleta o en transporte público, lo que aumentaría las emisiones de gases de efecto invernadero. Luego están lo que los expertos llaman efectos de orden superior. La IA, por ejemplo, podría utilizarse para generar información errónea sobre el cambio climático, minimizando la amenaza a los ojos del público.
¿Alguien está haciendo algo con respecto a los impactos ambientales de la IA?
Más de 190 países han adoptado una serie de recomendaciones no vinculantes sobre el uso ético de la IA, que abarca el medio ambiente. Además, tanto la Unión Europea como los Estados Unidos de América han introducido legislación para atenuar el impacto ambiental de la IA. Pero políticas como esas son escasas y desarticuladas entre sí, afirmó Golestan Radwan.
«Los gobiernos se apresuran a desarrollar estrategias nacionales de IA, pero rara vez tienen en cuenta el medio ambiente y la sostenibilidad. La falta de barreras ambientales no es menos peligrosa que la falta de otras salvaguardas relacionadas con la IA», agregó.
¿Cómo puede el mundo controlar las consecuencias medioambientales de la IA?
En la nueva nota informativa, el PNUMA recomienda cinco cosas principales. En primer lugar, los países pueden establecer procedimientos normalizados para medir el impacto ambiental de la IA; En este momento, hay una escasez de información confiable sobre el tema. En segundo lugar, con el apoyo del PNUMA, los gobiernos pueden elaborar reglamentos que exijan a las empresas que divulguen las consecuencias ambientales directas de los productos y servicios basados en la IA. En tercer lugar, las empresas tecnológicas pueden hacer que los algoritmos de IA sean más eficientes, reduciendo su demanda de energía, al tiempo que reciclan el agua y reutilizan los componentes cuando sea posible. En cuarto lugar, los países pueden alentar a las empresas a que sus centros de datos sean más ecológicos, incluso mediante el uso de energías renovables y la compensación de sus emisiones de carbono. Por último, los países pueden integrar sus políticas relacionadas con la IA en sus normativas medioambientales más amplias.
El PNUMA se centra en ayudar al mundo a superar mejor los desafíos ambientales del mañana. Para ello, hemos intensificado nuestro trabajo de prospectiva estratégica, escudriñando el horizonte en busca de amenazas emergentes para el planeta. Este proceso culminó con el desarrollo de Navigating New Horizons – A Global Foresight Report on Planetary Health and Human Wellbeing, que se publicó a principios de este año. Producido en colaboración con el Consejo Internacional de Ciencias (ISC, por sus siglas en inglés), examinó ocho cambios globales que aceleran la triple crisis planetaria del cambio climático, la pérdida de naturaleza y biodiversidad, y la contaminación y los desechos.