Después de un viaje de cinco horas en bote y otro por tierra en la mochila de un guardaparque, Diego, la tortuga gigante que ayudó a salvar a su especie de la extinción, finalmente llegó a su natal Isla Española, en el emblemático archipiélago ecuatoriano de Galápagos.
Diego, que tiene más de 100 años, tendrá la oportunidad de vivir en su entorno natural después de ocho décadas de residir en un zoológico y en un centro de conservación, donde engendró al menos 800 crías.
El 15 de junio, el Parque Nacional Galápagos organizó la liberación de Diego y otras 14 tortugas gigantes, que habían sido parte de un programa de reproducción que comenzó en los años 60 con el fin de recuperar la población de Chelonoidis hoodensis en la Isla Española, donde la especie se había reducido a sólo 15 especímenes.
El proyecto se basó en Santa Cruz, otra isla del archipiélago. Diego y otros dos machos, más 12 hembras, participaron en el proyecto de recuperación con tanto éxito que ahora la Isla Española tiene una población estable de alrededor de 2.300 tortugas.
Reconocido por su fertilidad, Diego se destacó por su personalidad carismática. Sus cuidadores lo describen como muy activo y vocal en sus hábitos de apareamiento. Cuando el Parque anunció en 2016 que había engendrado al menos 40% de todas las tortugas jóvenes en la Isla Española, Diego se volvió viral.
Este semental vivió en el zoológico de San Diego durante 30 años y regresó a Galápagos en 1976. Su impresionante trayectoria ha llamado la atención mundial. “Los esfuerzos de Diego nos ayudaron a sacar adelante una especie que estaba al borde de la extinción. El legado que Diego nos deja es seguir adelante”, dijo Freddy Villalba, guardaparque de las islas.
14 especies de tortugas gigantes poblaron las Islas Galápagos, famosas por inspirar las teorías de evolución y selección natural de Charles Darwin.
Tres especies han sido declaradas oficialmente extintas: Chelonoidis abingdonii (Isla Pinta), Chelonoidis niger (Isla Floreana) y Chelonoidis phantasticus (Isla Fernandina). De esta última especie podría haberse encontrado un espécimen, pero todavía se están desarrollando pruebas genéticas para confirmar el descubrimiento.
Diego y sus 14 compañeros se reprodujeron en cautiverio durante más de 40 décadas. Habitaban en dos corrales, donde los científicos recolectaban los huevos para luego guardarlos en incubadoras. Una vez que nacían las tortugas, se quedaban en el centro de recuperación durante siete años antes de ser devueltas a la Isla Española. Este método duró hasta 2012. En 2018, los últimos jóvenes ejemplares fueron transportados a la Isla Española.
“Sin duda, el programa de reproducción de tortugas de la Isla Española es una historia exitosa de conservación, ya que pudimos restaurar esta población con sólo 15 individuos. Ahora hemos detectado la reproducción natural en la isla y estamos listos para cerrar el programa”, dijo Danny Rueda, director del Parque Nacional Galápagos.
El Ministerio del Ambiente y Agua de Ecuador decidió finalizar el programa, luego de que un censo de 2019 en la Isla Española descubriera que la isla tenía condiciones suficientes para mantener la población de tortugas, la cual continuará creciendo normalmente, incluso sin nuevas repatriaciones de jóvenes tortugas. El estudio fue realizado por la Dirección del Parque Nacional Galápagos y Galápagos Conservancy, como parte de la Iniciativa para la Restauración de las Tortugas Gigantes.
“La tasa de supervivencia de las tortugas jóvenes es superior a 50%", dijo Rueda, quien enfatiza que el programa de reproducción estuvo acompañado de medidas de restauración del ecosistema.
“Con tan pocas tortugas durante tanto tiempo, la dinámica del ecosistema en la Isla Española había cambiado. En los años 70, erradicamos las cabras, que fueron introducidas en el siglo XVII por piratas y balleneros. Hace ocho años comenzamos a reintroducir cactus y otras especies de plantas que son esenciales para la dieta de las tortugas”, dijo Rueda.
Diego y las otras 14 tortugas fueron transportadas por guardaparques 2,5 kilómetros hacia el interior de la isla, donde hay abundantes cactus. Las hembras pesan alrededor de 35 kilogramos, mientras que los machos pesan 55 kilogramos. Todos tienen entre 80 y 100 años.
A partir de ahora, serán monitoreados por rastreadores GPS y 40 cámaras trampa. Libres, pero vigilados de cerca por los guardabosques que los han cuidado durante tanto tiempo, Diego y sus compañeros podrán finalmente pasear por su isla natal.