De todos los problemas expuestos por la pandemia de COVID-19, quizás uno de los más lamentables es que, al haber descuidado la naturaleza que nos rodea, sin querer hemos hecho de nuestro mundo un lugar menos saludable para vivir.
La evidencia indica que nuestros estilos de vida y comportamientos han afectado el medio ambiente y, en consecuencia, nuestra salud. La Organización Mundial de la Salud (OMS) atribuye 23% de todas las muertes a un medio ambiente poco saludable, y, este año, los cinco riesgos principales destacados por el Informe de Riesgos Globales del Foro Económico Mundial estaban relacionados con el medio ambiente.
Conozca siete maneras en que nuestra falta de cuidado del medio ambiente está afectando nuestra propia salud.
- Estamos respirando aire contaminado.
El aire es la base de la que depende toda la vida humana. Según la OMS, nueve de cada diez personas en el mundo respira aire contaminado. Los contaminantes microscópicos que provienen de las emisiones de combustible diésel y la quema de basura, carbón, queroseno y biomasa penetran profundamente los pulmones y el torrente sanguíneo, y provocan diversas enfermedades.
Por su parte, las emisiones de metano de la agricultura industrial, la producción de petróleo y gas, y los desechos sólidos contribuyen al ozono a nivel del suelo, que causa asma y enfermedades respiratorias crónicas. A nivel mundial, la contaminación del aire es responsable de 7% de las muertes por cáncer de pulmón, 18% de las muertes por enfermedades pulmonares, 20% de las muertes por accidente cerebrovascular y 34% de las muertes por enfermedades del corazón.
Más de 90% de las muertes relacionadas con la contaminación del aire ocurren en países de bajos y medianos ingresos, pero los países de altos ingresos no son inmunes. Según un informe publicado en 2020, muchas ciudades de los Estados Unidos han alcanzado o superado sus propios límites de contaminación por partículas y, en todo el país, casi la mitad de la población vive en un lugar con ozono poco saludable o contaminación por partículas.
En el contexto de la COVID-19, los expertos médicos han advertido que los problemas de salud existentes, como la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) o las enfermedades cardíacas son determinantes críticos del riesgo de daño pulmonar. Otro estudio reciente indica que la exposición a largo plazo al dióxido de nitrógeno, en gran parte el resultado de la quema de combustibles fósiles puede ser uno de los contribuyentes más importantes a la muerte por COVID-19.
- Estamos contaminando el agua dulce vital.
Una persona requiere de 20 a 50 litros de agua limpia cada día, sólo para beber y para su higiene personal básica. En todo el mundo, el agua está contaminada por desechos domésticos, municipales y médicos, aguas residuales no tratadas, escorrentías agrícolas y descargas industriales, y 80% de las aguas residuales regresa al ecosistema sin ser tratado o reutilizado. Esto pone a aproximadamente 1.800 millones de personas en riesgo de contraer cólera, disentería, fiebre tifoidea y poliomielitis, y otras complicaciones de salud.
Desde la década de 1990, la contaminación del agua ha empeorado en casi todos los ríos de África, Asia y América Latina. Ante la pandemia de COVID-19, la OMS enfatiza que la higiene de manos frecuente y adecuada es una de las formas más importantes para prevenir la infección viral, sin embargo, una encuesta en 42 países con datos disponibles indica que menos de la mitad de la población tiene instalaciones básicas para lavarse las manos (agua y jabón) en sus propios hogares.
- Estamos reduciendo el valor nutricional de los alimentos que comemos.
Una dieta segura y saludable contribuye a un buen estado de salud, nos protege contra la desnutrición, reduce el riesgo de enfermedades y promueve la fortaleza del sistema inmune.
Sin embargo, el crecimiento de la población y la urbanización han coincidido con un aumento de los problemas de salud relacionados con la mala nutrición en todo el mundo. Sorprendentemente, mientras que aproximadamente 800 millones de personas sufren de inseguridad alimentaria, 2.100 millones de personas son obesas o tienen sobrepeso. Esto es una evidencia de que tener suficientes alimentos y tener alimentos nutritivos son dos desafíos muy distintos.
La producción intensiva e industrializada de alimentos ha reducido los costos y ha ampliado la disponibilidad de alimentos altamente procesados y pobres en nutrientes, de modo que 60% de la energía alimentaria se deriva de solo tres cultivos de cereales: arroz, maíz y trigo. Dos mil millones de personas carecen de vitaminas y minerales esenciales para el crecimiento y el desarrollo, como la vitamina A, el hierro y el zinc.
Según la OMS, casi una de cada tres personas sufre de desnutrición, y "gran parte de la población mundial se ve afectada por enfermedades relacionadas con la dieta, como enfermedades cardíacas, derrames cerebrales, diabetes y cáncer".
- Estamos consumiendo sustancias dañinas.
Además de contribuir a la contaminación ambiental, el uso de pesticidas para la agricultura intensiva puede ser un grave perjuicio para la salud humana. En los países en desarrollo, 25 millones de personas sufren de intoxicación aguda por pesticidas cada año. Si bien los plaguicidas considerados nocivos han sido prohibidos por los países signatarios del Convenio de Estocolmo sobre Contaminantes Orgánicos Persistentes de 2001, sus residuos pueden permanecer en el suelo y el agua durante años.
El envasado y el procesamiento de alimentos (tratamientos para mejorar el sabor, la apariencia y la duración) también implican riesgos. Una evaluación de 2015 realizada por el Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer de la OMS clasificó la carne procesada como cancerígena y la relacionó con el cáncer colorrectal. En algunos países, en las botellas de plástico o en los enlatados se pueden encontrar disruptores endocrinos que pueden producir efectos adversos neurológicos, inmunológicos y para el desarrollo.
- Estamos aumentando nuestra exposición a enfermedades zoonóticas como la COVID-19.
Al alterar los hábitats naturales de la vida silvestre para nuestra propia vida, la agricultura o la industria, hemos reducido las "zonas de amortiguación" naturales que nos habrían separado de la vida silvestre y hemos creado oportunidades para que enfermedades como la COVID-19 se propaguen de los animales silvestres a las personas. La situación se ve agravada por el cambio climático -que provoca alteraciones en la temperatura, la humedad y la estacionalidad, y afecta directamente la supervivencia de los microbios-, así como por una mayor interconexión global a través de los viajes internacionales, lo que significa que una enfermedad que se origina en un país puede estallar en otro, en cuestión de horas.
6. Nos estamos volviendo inmunes a los medicamentos antimicrobianos.
Desde mediados del siglo XX, los tratamientos antimicrobianos se han utilizado tanto en la medicina humana como en la veterinaria. En muchas partes del mundo, también se agregan a la alimentación animal para promover un crecimiento más rápido. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, "se espera que el uso de antimicrobianos para la producción y la salud de los animales se duplique en 20 años".
Como consecuencia, los antimicrobianos se han vuelto menos efectivos como medicina, tanto en la sanidad animal como humana. A nivel mundial, aproximadamente 700.000 personas mueren a causa de infecciones resistentes cada año.
- Estamos reduciendo la abundancia de medicamentos de la naturaleza.
En todo el mundo, se estima que 60.000 plantas, animales y especies de microbios se emplean por sus propiedades medicinales, nutricionales y aromáticas. En los Estados Unidos, 118 de los 150 medicamentos más recetados se basan en fuentes naturales, y los productos provenientes de la naturaleza han sido particularmente importantes en el área de la terapia contra el cáncer.
Sin embargo, como resultado de las acciones humanas, incluida la sobreexplotación, la destrucción de hábitats y el cambio climático, los recursos de las plantas silvestres están disminuyendo drásticamente. En todo el mundo, se estima que 15.000 especies de plantas medicinales pueden estar en peligro de extinción, y las estimaciones sugieren que cada dos años perdemos al menos una potencial droga de importancia.
Sólo podemos cuidarnos a nosotros mismos si cuidamos el medio ambiente.
En ausencia de un cambio de comportamiento importante e inmediato, "es probable que las futuras pandemias se produzcan de forma más frecuente, se propaguen con mayor rapidez, tengan una repercusión económica mayor y acaben con la vida de más personas", aseguran expertos de la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES) en un reciente artículo.
La COVID-19 ha demostrado la interdependencia entre los humanos y el medio ambiente. Somos sólo una de las 8 millones de especies que se estima hay en el planeta. Eso quiere decir que constituimos una pequeña parte de una intrincada y delicada red de vida. Cuando una parte de esa red se ve afectada, se altera el equilibrio de todo el sistema.
La pandemia representa una oportunidad para construir un futuro mejor a medida que planificamos la recuperación de las economías.
Las Naciones Unidas apoyarán a todos los Gobiernos para que avancen en el cumplimiento de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y el Acuerdo de París sobre el cambio climático, con el fin de garantizar que la sociedad emerja más fuerte de esta crisis.
Al reconocer a la naturaleza como una solución a algunos de los desafíos más apremiantes de la humanidad, el PNUMA y sus socios están lanzando el Decenio de las Naciones Unidas sobre la Restauración de los Ecosistema 2021-2030, un esfuerzo mundial para prevenir, detener y revertir la degradación de los ecosistemas en todo el mundo. El PNUMA también está trabajando con los líderes mundiales para desarrollar un nuevo y ambicioso Marco Mundial de la Diversidad Biológica Posterior a 2020, y el 5 de junio, el Día Mundial del Medio Ambiente, involucrará a gobiernos, empresas, celebridades y ciudadanos para que reconsideren su relación con la naturaleza y pongan a la naturaleza en el centro de la toma de decisiones.