Ébola, SARS, Zika, VIH/SIDA, la fiebre del Nilo Occidental y ahora la COVID-19. Estas son algunas de las enfermedades de más alto perfil que han surgido en las últimas décadas. Y aunque emergieron en diferentes partes del mundo, tienen una cosa en común. Son lo que los científicos llaman “enfermedades zoonóticas”, infecciones que saltan entre animales y humanos, algunas de las cuales dejan enfermedad y muerte a su paso.
Las enfermedades zoonóticas han afectado a las sociedades desde la época neolítica. A medida que la población mundial se acerca a los 8.000 millones, el desarrollo desenfrenado, la explotación y la destrucción de la naturaleza están poniendo a los humanos y los animales en espacios cada vez más cercanos, lo que facilita la propagación de enfermedades.
La contaminación también es mortal. Cada año, nueve millones de personas mueren prematuramente a causa de la contaminación, por lo que mejorar la forma en que gestionamos nuestros desechos es fundamental, ya que plantea graves consecuencias para la salud y la economía.
Nuestra capacidad para reducir el riesgo de futuras pandemias y proteger la salud de las personas de enfermedades prevenibles relacionadas con la contaminación puede aumentar si se detiene la destrucción de hábitats y se preservan y restauran los ecosistemas en funcionamiento. La prevención es mucho más asequible que financiar las secuelas de una crisis sanitaria.
El enfoque de Una sola Salud se centra de manera integral en la salud de los seres humanos, los animales y el medio ambiente para limitar las causas y la propagación de las pandemias. Las políticas y la inversión fiscal pueden reforzar los vínculos entre el bienestar humano y la salud de los ecosistemas, al priorizar la protección y restauración de la naturaleza, porque cuando protegemos la naturaleza, la naturaleza nos protege a nosotros.