Este es un mensaje del Director Ejecutivo de ONU Medio Ambiente, Erik Solheim, en el Día Internacional para la Prevención de la Explotación del Medio Ambiente en la Guerra y los Conflictos Armados.
Casi 1.500 millones de personas, más de 20% de la población mundial, viven en zonas afectadas por conflictos y Estados frágiles.
La guerra y los conflictos armados representan un riesgo para la humanidad y las otras formas de vida de nuestro planeta. Demasiadas personas y especies están en juego.
Décadas de cruentos enfrentamientos en países como Afganistán, Colombia o Irak han llevado a una inmensa pérdida de recursos naturales. Solo en Afganistán, hemos sido testigos de tasas de deforestación asombrosas que han alcanzado 95% en algunas áreas.
En 2017, el Estado Islámico provocó humos tóxicos al incendiar pozos de petróleo y una fábrica de azufre cerca de la ciudad iraquí de Mosul, envenenando a la gente y el paisaje.
Puntos clave de biodiversidad en Colombia, República Democrática del Congo y Sudán del Sur han ofrecido refugio a grupos rebeldes. Esto ha sido desastroso para la conservación de la vida silvestre, pues abrió las puertas a la tala ilegal, la minería irregular, la caza furtiva masiva y la cría de especies invasoras.
Las poblaciones de elefantes han sido diezmadas en la República Democrática del Congo y en la República Centroafricana, mientras que en Ucrania se han empeorado las condiciones del río Donéts a causa del conflicto.
En Gaza, Yemen y en otros lugares, se ha dañado la infraestructura hídrica, como pozos subterráneos, plantas de tratamiento de aguas residuales, estaciones de bombeo o plantas de desalinización, lo que representa un riesgo para la salud pública y ambiental.
Sería un peligroso error ignorar las consecuencias ambientales de los conflictos. La comunidad internacional debe actuar con mayor urgencia ante estos casos.
Este Día Internacional para la Prevención de la Explotación del Medio Ambiente en la Guerra y los Conflictos Armados, les insto a todos a que expresen su audacia y renueven su compromiso de proteger a nuestro planeta, incluso cuando se enfrente una agresión armada hostil.
A través de las resoluciones aprobadas en la Segunda y la Tercera Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente en 2016 y 2017, los Estados Miembros demostraron su reconocimiento de la necesidad de mejorar la protección del medio ambiente en tiempos de conflicto armado.
Como parte de la implementación de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, también necesitamos integrar los recursos naturales y las cuestiones ambientales en las evaluaciones de los conflictos y en la planificación.
Debemos colocar la transparencia y los mejores mecanismos para monitorear, recopilar, compartir y evaluar información sobre impactos ambientales, en el centro de nuestra capacidad de supervisión y protección de los recursos naturales durante los conflictos armados. Debemos desarrollar las capacidades para implementar estos mecanismos, incluso a través de cursos masivos abiertos en línea que ayudan a democratizar el acceso al conocimiento clave. El año pasado, más de 10.000 personas de 170 países se inscribieron en un curso respaldado por las Naciones Unidas sobre seguridad ambiental y mantenimiento de la paz. Debemos aspirar a duplicar ese número en 2019.
Les insto a todos a renovar su compromiso de proteger celosamente nuestro planeta de los efectos debilitantes de la guerra y, especialmente, en un momento en que la Tierra está amenazada por los impactos del cambio climático.
Con la Agenda 2030 y los esfuerzos simultáneos de la Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y la Comisión de Derecho Internacional, tenemos a nuestra disposición una serie de herramientas importantes para promover la consolidación de la paz ambiental.
Las Naciones Unidas sigue comprometida a trabajar con los gobiernos, las empresas y los ciudadanos para proteger el medio ambiente antes, durante y después del conflicto armado.