Hoy se inaugura en Roma (Italia) una cumbre de las Naciones Unidas sobre el estado actual de los sistemas alimentarios mundiales, en un contexto de creciente preocupación por la capacidad del planeta para alimentar a largo plazo a una población humana en rápido crecimiento.
Hoy se inaugura en Roma (Italia) una cumbre de las Naciones Unidas sobre el estado de los sistemas alimentarios del mundo, en un momento de creciente preocupación por la capacidad del planeta para alimentar a largo plazo a una población humana en rápido crecimiento.
En la Cumbre de la ONU sobre Sistemas Alimentarios +2º Momento de hacer balance, las delegaciones del mundo entero debatirán sobre el impacto ambiental de la agricultura, a menudo devastador, y sobre cómo hacer que la producción de alimentos sea más sostenible.
El evento es una continuación de la Cumbre de la ONU sobre Sistemas Alimentarios de 2021, una reunión histórica que impulsó una campaña mundial para transformar la manera en que la humanidad cultiva, procesa y transporta los alimentos.
Para entender mejor lo que está en juego en la reunión de esta semana, hablamos con Susan Gardner, Directora de la División de Ecosistemas, Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).
El Secretario General de las Naciones Unidas ha dicho que el mundo necesita reformar cuanto antes su producción de alimentos. ¿Qué estamos haciendo cada vez peor?
Susan Gardner (SG): Nuestros sistemas alimentarios actuales son insostenibles. Son responsables en gran medida de la triple crisis planetaria del cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación. Por ejemplo, tan solo la agricultura genera alrededor de un tercio de las emisiones de gases de efecto invernadero en todo el mundo. Asimismo, es responsable de más del 60% de la pérdida de biodiversidad, ya que los espacios naturales que antes eran salvajes o vírgenes se convierten en pastizales para crianza de animales y en campos de cultivo. Por si fuera poco, un tercio de todos los alimentos producidos se desperdicia, lo que sobrecarga innecesariamente un planeta ya de por sí maltratado.
¿Cuáles son las consecuencias a largo plazo de esta insostenibilidad?
SG: Los sistemas alimentarios y la naturaleza están interrelacionados. La naturaleza nos proporciona servicios ecológicos esenciales que posibilitan la producción de alimentos. Por ejemplo, la polinización, el control de plagas, la seguridad del agua y la fertilidad del suelo. Debemos detener el declive de la naturaleza para poder alimentarnos en los años venideros.
De los 8.000 millones de personas en el planeta, cientos de millones ya pasan hambre. ¿Existe el peligro de empeorar el hambre y la malnutrición si efectuamos cambios drásticos en nuestros sistemas alimentarios?
SG: Los cambios en nuestros sistemas alimentarios, cuando se hacen con una planificación minuciosa, pueden contribuir eficazmente a mitigar el hambre y la malnutrición. En los sistemas alimentarios sostenibles se da prioridad a los cultivos diversos y nutritivos, a la producción local y a las prácticas agrícolas que puedan resistir a las repercusiones del cambio climático. ¿Cómo exactamente? Las medidas recomendadas incluyen promover la agroecología, la agricultura regenerativa y la pesca sostenible para aumentar la producción de alimentos y, al mismo tiempo, proteger los ecosistemas. De este modo se reducirá el riesgo de escasez de alimentos y se fortalecerá la seguridad alimentaria de las personas vulnerables.
La Cumbre de la ONU sobre Sistemas Alimentarios de 2021 se centró en conseguir que la producción de alimentos sea menos perjudicial para el planeta. La reunión de esta semana en Roma se centrará en los progresos que el mundo ha realizado desde entonces. ¿Cómo cree usted que lo estamos logrando?
SG: Queda mucho trabajo por hacer, pero las señales son prometedoras. Una cuarta parte de los países han manifestado públicamente la necesidad de reformar sus sistemas alimentarios, abriendo un importante debate público. A lo largo de los dos últimos años, el Grupo de Trabajo de las Naciones Unidas sobre Sistemas Alimentarios, copresidido por el PNUMA y la Organización Mundial de la Salud (OMS), ha ayudado a los países a iniciar el complicado proceso de reformar su producción de alimentos. Desde entonces hemos constatado ejemplos exitosos de Estados que han ampliado sus planes nacionales de desarrollo para incluir estrategias de transformación de sus sistemas alimentarios. Algunos países también han empezado a considerar cómo los cambios en sus sistemas alimentarios podrían afectar a sus contribuciones determinadas a nivel nacional, los objetivos que constituyen el núcleo del Acuerdo de París sobre el cambio climático.
Una cuestión que probablemente se plantee en Roma son las subvenciones agrícolas, que se han calificado de perjudiciales para el planeta. ¿Cómo pueden los Estados emplear mejor este dinero?
SG: En la actualidad, los productores agrícolas reciben US$ 540.000 millones al año en ayudas financieras de los Estados en el mundo. La gran mayoría de esa cantidad (un 87%) o bien distorsiona los precios reales o bien perjudica a la naturaleza y a la salud humana. Ante este panorama, el PNUMA publicó en 2021 un informe, junto con otros organismos de las Naciones Unidas, en el que se instaba a los gobiernos a replantearse la concesión de subvenciones a las actividades agrícolas. Si se reorientan las subvenciones agrícolas en favor de las prácticas sostenibles, los pequeños agricultores, la investigación y la innovación, las infraestructuras rurales y la nutrición, los Estados podrán favorecer un sistema alimentario más equitativo y resiliente.
En los foros políticos se ha hablado mucho de los sistemas alimentarios autóctonos y de cómo a menudo proporcionan más nutrientes y son más respetuosos con el planeta. Pero ¿cómo podemos trasladar esos sistemas, que suelen ser más pequeños, a un modelo global que pueda alimentar al mundo?
SG: Los Pueblos Indígenas poseen una gran riqueza de conocimientos que pueden contribuir en gran medida a nuestra comprensión de diversos aspectos como las técnicas agrícolas sostenibles y la conservación de semillas. No obstante, a pesar de su inmenso valor cultural, los sistemas alimentarios indígenas se están deteriorando a un ritmo alarmante. Esto se debe a que los sistemas agrícolas mundiales dan cada vez más importancia a unos pocos cultivos de primera necesidad, en concreto: el maíz, el trigo y el arroz. Invertir en investigación y desarrollo específicos de los sistemas alimentarios autóctonos puede liberar su potencial para una aplicación más amplia. Esto incluye el estudio de variedades de cultivos tradicionales por su valor nutricional, su resistencia a la sequía y las plagas y su adaptación al cambio climático. Si combinamos la sabiduría tradicional con los avances científicos, podremos desarrollar cultivos y métodos agrícolas sostenibles y escalables.
Se ha dicho que la cumbre de Roma es un momento decisivo para nuestros sistemas alimentarios. ¿Qué le parece a usted un momento decisivo?
SG: Estamos en una encrucijada. No hay más alternativa que una respuesta firme y coordinada a una crisis cada vez más profunda. Hay algunos resultados tangibles que nos gustaría ver surgir del debate de Roma. Entre ellos, el compromiso con las mejores prácticas agrícolas basadas en datos que promuevan tanto la salud humana como la de los ecosistemas. Asimismo, nos gustaría que aumentase el apoyo a los agricultores que quieren pasar de los monocultivos a sistemas agrícolas más diversos y sostenibles. Y nos gustaría que estas prácticas se incorporasen en los planes nacionales de agricultura, cambio climático y conservación de la biodiversidad.
¿Tiene esperanzas de que el mundo sea capaz de transformar sus sistemas alimentarios, especialmente ahora que el tiempo corre en contra de nuestras expectativas?
SG: Yo sí. La tarea que tenemos por delante no es fácil. Pero si todos cooperamos podemos hacer que nuestros sistemas alimentarios sean más sostenibles y resistentes al cambio climático. En última instancia, eso nos ayudará a avanzar significativamente hacia los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y a propiciar un futuro mejor para todas las personas.