En sus 40 años como excavador arqueológico en la ribera occidental de Luxor, Mustafa Al-Nubi ha sido testigo de una oleada de cambios.
Las visitas de turistas se han disparado, caído y de nuevo han crecido lentamente; las aldeas locales han explotado en tamaño e incluso el paisaje ha sufrido una transformación radical mientas los egiptólogos lentamente se abren paso a lo largo de la gran Necrópolis de Tebas. "Esto es como un gran museo ahora", dice Nubi. "Mi abuelo no reconocería su propia casa".
Sin embargo, nada de esto se compara con el clima inusual que se apoderó del sur de Egipto en los últimos años, relata. Donde una vez pudo trabajar sin sudar una gota, ahora su tradicional túnica Galabiya a menudo se ensucia antes de las 10 am. El invierno puede ser frío un día y sofocante el siguiente. En medio de aguaceros periódicos en momentos inusuales del año, Nubi y sus colegas casi se han acostumbrado a correr para cubrirse. "No sé lo que está pasando", dice, “pero no era así antes".
Los tesoros milenarios cuentan una historia similar. Durante gran parte de la historia, las condiciones alrededor de Luxor estuvieron casi calculadas para preservar los tesoros de las riquezas faraónicas. Con poca lluvia y humedad, y un desierto que envolvía los antiguos templos en una burbuja protectora, había pocas preocupaciones climáticas.
Además, con una población local comparativamente pequeña, en este tramo previamente aislado del Nilo había pocas razones para sospechar que el templo Ramesseum podría seguir el camino de sus contrapartes del norte, desmoronadas entre la densa población. Los faraones llamaron a sus enormes templos funerarios los templos de un millón de años, pues estaban destinados a durar para siempre.
Todo eso, sin embargo, está comenzando a cambiar. Un tiempo cada vez más errático, que muchos atribuyen al cambio climático, está devorando las antiguas piedras. Al mismo tiempo, el crecimiento acelerado de la población está complicando los esfuerzos de preservación.
Después de sobrevivir a miles de años de guerras, invasiones y voracidad por los materiales de construcción, los esplendores del antiguo Egipto podrían haber encontrado finalmente un contrincante que temer. "Tenemos miedo", dice Mostafa Ghaddafi Abdel Rehim, un alto funcionario de antigüedades en Luxor. "Como todo el mundo, tenemos miedo del cambio climático".
Condiciones cambiantes
Todo comenzó con la temperatura. Las grandes extensiones de Egipto donde abundan los templos siempre han sido zonas sofocantes durante el verano, pero nunca tanto como ahora o durante tanto tiempo, aseguran los lugareños y los arqueólogos. Algunas jornadas de excavación han tenido que interrumpirse, ya que los trabajadores se sobrecalientan y deshidratan en las zanjas de abiertas al sol.
En otros casos, las condiciones cambiantes incluso han obligado a los arqueólogos a alterar la forma en la que documentan los jeroglíficos en los muros. "Solíamos hacer cianotipos utilizando la luz solar natural, pero desde hace unos 20 años nos resulta cada vez más difícil grabar la imagen en el papel", dijo Ray Johnson, director de la Encuesta Epigráfica de la Universidad de Chicago, que ha estado trabajando en Templo Madinet Habu por casi 100 años. "Fue entonces cuando nos dimos cuenta de que (los muros) se estaban poniendo cada vez más grises". En Karnak, el colosal complejo del Reino Nuevo y Medio, que domina el acceso septentrional a Luxor, el sol deslumbrante ya ha robado el color a la mayoría de las paredes.
Aún más preocupante es que los picos altos del verano también parecen estar dejando su huella en los bloques de las construcciones. Alrededor de Asuán, a varias horas de viaje en tren al sur de Luxor, las temperaturas que a veces superan los 40° C están agrietando lentamente muchas de las estructuras de granito rosa. El granito se expande en el sol diurno y luego se contrae durante la noche en el aire fresco, explica Johanna Sigl del Instituto Arqueológico Alemán de El Cairo. En su sitio de excavación, en el extremo inferior de la isla Elefantina, en medio del Nilo, varias inscripciones casi han desaparecido como consecuencia, incluida una en la que un alto funcionario registra su deber de recoger piedras para el faraón.
Los expertos afirman que los efectos del cambio climático solo serán más intensos, lo que posiblemente requiera de algunas decisiones difíciles sobre la viabilidad de mantener sitios históricos vulnerables.
"En algunos casos, estos lugares son los cimientos de una industria del turismo que aporta muchos beneficios a la población local. Pero luego hay muchos edificios que están en el medio de la nada, y allí la situación es mucho más difícil", explica Mette Wilkie, directora de la División de Ecosistemas de ONU Medio Ambiente.
Sin embargo, el mayor daño ocurre durante el invierno. Los aguaceros cada vez más frecuentes están destruyendo antiguos edificios de adobe, la mayoría de los cuales han durado tanto tiempo debido a la escasez de lluvias. "Cada año notamos que crece este problema", dice Christian Leblanc, jefe de la Misión Arqueológica Francesa en Tebas occidental y quien dirigió los esfuerzos de conservación en el Ramesseum durante más de 25 años. "Por supuesto que se degrada la piedra", añade.
Particularmente vulnerables son los graneros de adobe arqueados del templo, unas de las estructuras remanentes más grandes de su tipo y que se recubren periódicamente con nuevos ladrillos de barro para proteger los originales.
En 1994, una tormenta monstruosa demostró la devastación que la lluvia puede causar. Cientos de tumbas se inundaron, incluidas muchas en los Valles de los Reyes y Reinas, el Templo de Seti se transformó en un lago y cientos de casas tradicionales de adobe se derrumbaron. En Deir al-Bakhit, un monasterio cristiano primitivo, la lluvia cayó tan furiosamente que dejó huellas en forma de gota en el adobe. La mayoría de los lugareños han reconstruido en concreto, preocupados por una repetición y hartos de las frecuentes reparaciones relacionadas con el agua.
Impacto humano
Y luego está el impacto ambiental directo de la actividad humana. Hasta finales de la década de 1960, el Nilo se desbordaba cada agosto, inundando el valle por millas a ambos lados. Estas fueron las condiciones que los arquitectos antiguos conocían, y las tuvieron en cuenta en sus diseños. Pero después de que se completó la presa alta de Asuán, la inundación anual terminó y con ella llegó un exceso de nuevos problemas para los templos. Sin la "limpieza" regular, ya no hay nada que elimine la sal de la capa superior del suelo.
"La sal se come a la piedra como un ácido", explica Ray Johnson. Y con más humedad, en gran parte debido a las enormes cantidades de agua que se evaporan de la presa, hay más cristalización. "Así que las paredes inferiores de casi todos los templos están desapareciendo y se rellenan con una especie de mortero fino", agrega Johnson. Desde las bases de los Colosos de Memnon, las estatuas de 700 toneladas del faraón Amenofis III, hasta la periferia del Lago Sagrado de Karnak, los débiles rastros de salinas blancas revelan el peligro.
El crecimiento de la población también ha cobrado un alto precio. Más personas implican más agricultura, por lo que los campos alrededor de los templos, en lugar de permanecer secos durante una parte del año, ahora están en constante cultivo. Esto ha elevado el nivel freático en todo el este y el oeste de los bancos (los hidrólogos sospechan que la presa también tiene relación) y se ha inundado los cimientos de los templos con mucha más agua de lo que estaban diseñados para manejar.
“Solo miren, hay personas y agua en todas partes", dice Christian Leblanc. Muchos de los pilones centrales del Templo de Luxor, el más céntrico de los grandes sitios, tuvieron que ser remendados con cemento después de que se filtraran aguas residuales urbanas. A medida que aumenta la población en Egipto -que ya pasó de 66 millones en 2000 a más de 95 millones en la actualidad-, los tesoros faraónicos tienen que compartir su espacio con cada vez más casas y cultivos de caña de azúcar.
"Este es un fenómeno en todo el mundo, y habrá algunas áreas donde simplemente tendremos que renunciar a usar la tierra para nuestro sustento", sostiene Mette Wilkie.
ONU Medio Ambiente trabaja para hacer frente al cambio climático y la degradación del medio ambiente. Con ese fin, ayuda a los países a lograr un crecimiento de bajas emisiones, gestionar los bosques y otros ecosistemas de forma sostenible, y encontrar nuevas formas de financiar la acción climática. ONU Medio Ambiente también asiste a los países en la adaptación al cambio climático y en el aumento de su resiliencia frente a los desafíos del futuro.
En Egipto, hay motivos para el optimismo. De hecho, los funcionarios han resuelto por ahora el problema del agua subterránea. Con fondos de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, el Ministerio de Antigüedades ha instalado una extensa red de drenaje alrededor de los sitios clave, lo cual aparentemente ha bajado sus niveles de agua hasta en cuatro metros.
"Ha sido un gran éxito. El problema está solucionado ", asegura Mohammed Abdelaziz, el principal funcionario del ministerio en el Alto Egipto. Las autoridades han rodeado muchas de las zonas de antigüedades con muros para evitar nuevas invasiones urbanas o agrícolas, y han establecido cuatro escuelas de campo en el área de Luxor para enseñar a los inspectores cómo tratar mejor los tesoros e identificar posibles amenazas. Todo esto en un momento en el que las nuevas innovaciones tecnológicas han hecho que algunos arqueólogos sean bastante optimistas sobre las perspectivas a largo plazo de los templos.
Sin embargo, otros han intensificado los esfuerzos de documentación. Si llega el peor escenario, al menos existirá un registro de lo que se perdió. "Ahora hay más urgencia", dice Ray Johnson. "Es por eso que trabajamos primero en los sitios más amenazados".
Lea más del trabajo de ONU Medio Ambiente sobre cambio climático.