Los ecosistemas saludables logran reducir las repercusiones negativas del cambio climático. Por ejemplo, los hábitats costeros como los manglares proporcionan defensas naturales ante las inundaciones, las lagunas bien conservadas retienen agua útil durante los períodos de sequía y los bosques saludables reducen el riesgo de que ocurran incendios arrasadores.
La adaptación basada en los ecosistemas consiste en un enfoque que aprovecha los servicios ecosistémicos como parte de una estrategia holística de adaptación. A menudo, este particular tipo de adaptación genera resultados beneficiosos tanto para el medio ambiente como para las personas, al tiempo que protege a las comunidades vulnerables de los fenómenos climáticos extremos y proporciona servicios básicos para los seres humanos como agua limpia y alimentos.