Para Erick Alfredo Valerio Benavides, líder indígena de 43 años del pueblo Yanesha de la Amazonia peruana, la lucha por proteger la selva tropical comenzó con algo profundamente personal: su lengua.
Valerio Benavides creció en un pequeño pueblo a orillas del río Palcazu y hablaba Yanesha, la lengua de sus ancestros. Sin embargo, con el paso de los años, a medida que las carreteras se adentraban más en el bosque y los madereros talaban grandes extensiones de árboles, las nuevas generaciones se trasladaron a las grandes ciudades, y las voces que transmitían su cultura comenzaron a desaparecer.
"Cuando una lengua muere, no solo perdemos palabras", dice Valerio Benavides. "Perdemos conocimientos, historias y nuestra conexión con el bosque".
Era una situación común en toda la Amazonía, el bosque tropical más grande del mundo y una de las defensas naturales más poderosas de la Tierra contra el cambio climático.

Crédito: Tom Bewick, Nature4Climate, 2024
En Perú, el segundo país con mayor extensión de la Amazonía después de Brasil, una combinación de factores, incluidos la extracción de madera, la minería, la construcción de carreteras y la expansión agrícola, está impulsando la deforestación, según informa CGIAR, una asociación internacional de investigación para sistemas alimentarios sostenibles. Gran parte de esta deforestación ha ocurrido en tierras indígenas, donde la pobreza a menudo obliga a los miembros de la comunidad a participar en actividades de uso de la tierra que agravan la situación, señala el informe.
Transformaciones en el financiamiento
Sin embargo, el destino de la Amazonía aún no está sellado. Se están realizando esfuerzos para canalizar más financiación hacia comunidades indígenas como los Yanesha que conservan, restauran y gestionan de forma sostenible los bosques. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), a través del Programa ONU-REDD, está trabajando con el Ministerio del Ambiente de Perú para ampliar este financiamiento, incluyendo un mecanismo conocido como REDD+, que incentiva a comunidades y países a reducir la deforestación.
"Aumentar el financiamiento para los bosques no significa pagar a las comunidades para que hagan nada", dice Gabriel Labbate, coordinador de la Unidad de Mitigación Climática del PNUMA. "Se trata de apoyarlas en la desafiante pero vital tarea de proteger el bosque. Mecanismos como REDD+ generan resultados reales: reducción de emisiones, mayor resiliencia, beneficios para la biodiversidad y las comunidades".

Crédito: Tom Bewick, Nature4Climate, 2024
En Perú, un país miembro activo de ONU-REDD, muchas comunidades indígenas han comenzado a acceder directamente a financiamiento y apoyo a través de la iniciativa indígena REDD+ Indígena Amazónica (RIA), lo que les permite ser socios activos en la protección del bosque.
"[Esto] es una oportunidad para implementar acciones de mitigación, adaptación y resiliencia ante el cambio climático desde la visión de los pueblos indígenas, respetando su conocimiento ancestral y la gestión territorial", dice Fermín Chimatani Tayori, Presidente de la Asociación Nacional de Ejecutores de Contratos de Administración de Reservas Comunales del Perú (ANECAP).
La comunidad de Chimatani Tayori coadministra la Reserva Comunal Amarakaeri junto con 10 asentamientos indígenas Yine y Machiguenga. Juntos, están restaurando tierras degradadas, practicando agroforestería —que incorpora árboles en tierras agrícolas— y cultivando cacao sin deforestar, junto con especies arbóreas nativas.
Más allá de generar medios de vida, estos grupos indígenas han protegido más de 400,000 hectáreas de selva tropical, previniendo la emisión de alrededor de 2 millones de toneladas de dióxido de carbono al año, equivalente a sacar 40,000 autos de la carretera.
Para Valerio Benavides, esto es un cambio radical. "Cuando tenemos control sobre nuestros propios recursos, no solo protegemos el bosque. Fortalecemos nuestra cultura, nuestra identidad y nuestro futuro", afirma.
Valerio Benavides espera transmitir su lengua a una nueva generación, junto con lecciones sobre conservación, cambio climático y derechos de los indígenas.

Aumentando la ambición climática
Para escalar las soluciones basadas en la naturaleza, los países deben presentar compromisos concretos en virtud del Acuerdo de París y garantizar su implementación, dice Labbate.
Según un informe de ONU-REDD, los 20 principales países tropicales con mayores tasas de deforestación carecen de compromisos climáticos suficientes en sus Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC, por sus siglas en inglés). En la próxima ronda de NDC, que deben presentarse este año, los países tienen la oportunidad de corregir esta situación y aumentar su ambición para reducir la deforestación al 2030. De lo contrario, las consecuencias podrían ser nefastas. La Amazonia está alcanzando un punto de inflexión, pasando de ser un sumidero de carbono a una fuente de carbono, un cambio que aceleraría un colapso climático global, afirma Labbate.

Observadores señalan que la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP30), que se celebrará en Belém, Brasil, en noviembre, podría ser un punto de inflexión, lo que ofrece a los líderes mundiales la oportunidad de reforzar la protección de los bosques y transformar las promesas en acciones reales.
"En la COP30, los líderes mundiales deben comprometerse con una acción forestal más fuerte y garantizar que el financiamiento climático llegue a los guardianes indígenas del bosque", enfatiza Labbate. "Es momento de escalar la ambición, el financiamiento y la acción para proteger los bosques".
La Solución de los 6 sectores para la crisis climática
El PNUMA está a la vanguardia en el apoyo al objetivo del Acuerdo de París de mantener el aumento de la temperatura global muy por debajo de 2°C, y aspirando a 1.5°C en comparación con los niveles preindustriales. Para lograrlo, el PNUMA ha desarrollado la Solución Sectorial, una hoja de ruta para reducir las emisiones en todos los sectores, en línea con los compromisos del Acuerdo de París y en la búsqueda de la estabilidad climática. Los seis sectores identificados son: energía, industria, agricultura y alimentación, bosques y uso de la tierra, transporte, y edificaciones y ciudades.