El océano está más caliente que nunca. Conozca por qué.
El mundo ha padecido una nueva serie de fenómenos meteorológicos extremos, desde temperaturas récord hasta inundaciones devastadoras. Pero una de las tendencias más preocupantes ha sido lo que los científicos han denominado una ola de calor oceánico sin precedentes en todo el planeta.
En junio se registraron las temperaturas medias más altas de la historia en la superficie de los océanos, con récords locales desde Irlanda hasta la Antártida. En Florida (Estados Unidos), las aguas alcanzaron los 38°C. El Atlántico Norte registró en julio la temperatura más alta de su historia. Y el mar Mediterráneo alcanzó los 28,7 °C, un máximo histórico.
¿Por qué las temperaturas marinas están alcanzando niveles nunca antes vistos? Los expertos afirman que se debe a una combinación de factores, desde la crisis climática hasta los vientos sobre el desierto del Sahara. Asimismo, afirman que las temperaturas récord repercuten profundamente tanto en la vida oceánica como en la humanidad.
"Los efectos de las olas de calor oceánicas son diversos y extremadamente perjudiciales", afirma Leticia Carvalho, Jefa de Ecosistemas Marinos y de Agua Dulce, Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). "Sabemos que los bruscos incrementos de temperatura pueden provocar mortandades masivas de la vida marina, aumentar la acidificación de los océanos y alterar las corrientes que influyen en nuestros patrones meteorológicos, lo que podría causar cientos de millones de dólares en pérdidas económicas y suponer un grave riesgo para la seguridad alimentaria mundial."
Las olas de calor marinas duplicaron su frecuencia entre 1982 y 2016 y se han hecho más largas e intensas desde la década de 1980, según un estudio de 2021 del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de la ONU.
Según Carvalho, la última ola de calor se debe al cambio climático. A medida que la humanidad quema combustibles fósiles, la atmósfera recibe cantidades ingentes de gases de efecto invernadero que calientan el planeta. Gran parte de ese calor es absorbido por el océano.
Esto no sólo provoca un aumento de las temperaturas marinas, sino que también hace que el océano sea menos eficaz en la absorción de dióxido de carbono, dejando que más gases de efecto invernadero penetren en la atmósfera.
La crisis climática se ve agravada por el evento natural de El Niño, que está incrementando la temperatura del océano Pacífico.
La ola de calor oceánica también tiene otras causas. Los vientos, más débiles que su promedio habitual, han reducido la cantidad de polvo sahariano en la atmósfera, que suele reducir la temperatura del mar al bloquear parte de la energía solar.
El aumento de las temperaturas marinas puede tener un efecto devastador en la vida marina, y se han producido múltiples mortandades masivas de animales y plantas marinos debido a las olas de calor oceánicas.
Cabe citar como ejemplo la mortandad masiva de cangrejos de las nieves de Alaska en el mar de Bering, cuya población descendió de aproximadamente 11.000 millones a menos de 2.000 millones en el transcurso de cuatro años. Como consecuencia, el estado norteamericano de Alaska suspendió la temporada de captura del cangrejo de las nieves por primera vez en octubre de 2022.
Asimismo, las olas de calor pueden provocar la proliferación de algas nocivas, el blanqueamiento de los corales, el desplazamiento de especies marinas (que buscan aguas más frías) y la interrupción de las cadenas alimentarias. El PNUMA calcula que entre el 25% y el 50% de los arrecifes de coral del mundo han sido destruidos, y que todos ellos habrán muerto en 2100 si no se reducen drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero.
Por otra parte, el aumento de las temperaturas marinas puede perjudicar a las zonas terrestres, ya que provoca fenómenos meteorológicos extremos, como tormentas y huracanes.
A medida que aumenta la temperatura del agua (y la temperatura media de los océanos ha subido 1,5 ºC en el último siglo), se reduce la capacidad de los ecosistemas marinos para absorber los aumentos locales de temperatura, lo que aumenta aún más la probabilidad de que se produzcan más olas de calor marinas.
"El océano es un sumidero de carbono vital", afirma Carvalho. "Absorbe el 90% del exceso de calor generado por las emisiones de dióxido de carbono y genera el 50% del oxígeno que necesitamos. Es el pulmón del planeta y regula nuestro clima. Sin embargo, está en grave peligro y tenemos que dar prioridad inmediata a toda medida de protección y restauración".
La Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos advierte de que la mitad de los océanos del mundo podrían sufrir olas de calor marinas en septiembre. Y como no hay indicios de que vayan a reducirse las emisiones mundiales, estos fenómenos, a menudo catastróficos, podrían ser mucho más frecuentes en los próximos años.
Una parte del mundo cada vez más vulnerable a las olas de calor marinas es la Antártida, que desempeña un papel vital en la regulación del sistema climático de la Tierra.
Desde 1992, la Antártida ha ido perdiendo alrededor de 100.000 millones de toneladas de hielo al año, y este año se ha registrado la extensión de hielo invernal más baja de la historia, unos 2,6 millones de kilómetros cuadrados por debajo del promedio registrado en el período de 1981 a 2010.
Menos hielo marino no sólo implica posibles crecidas del nivel del mar en el futuro, sino que significa que hay menos hielo para reflejar la energía del sol, lo que resulta en temperaturas más altas del mar y olas de calor marinas más frecuentes, un círculo vicioso que podría acarrear graves consecuencias a escala mundial.
"Este verano tiene que servirnos de alarma para despertar consciencia sobre los efectos del cambio climático en todos los ecosistemas y en todas las partes del mundo", afirma Carvalho. "Es necesario reducir las emisiones, pero también invertir más recursos en soluciones basadas en la naturaleza, así como profundizar en la investigación sobre la vigilancia de las olas de calor marinas".
La solución de seis sectores a la crisis climática
El PNUMA encabeza el apoyo al objetivo del Acuerdo de París de frenar el incremento de la temperatura mundial muy por debajo de los 2 °C, y aspirar a alcanzar los 1,5 °C, en comparación con los niveles preindustriales. Para ello, el PNUMA ha desarrollado la Solución de los Seis Sectores, una hoja de ruta para reducir las emisiones en todos los sectores en consonancia con los compromisos del Acuerdo de París y en pos de la estabilidad climática. Los seis sectores identificados son: energía; industria; agricultura y alimentación; bosques y uso del suelo; transporte; y edificios y ciudades.